Habían pasado casi 20 años desde que Jaime había puesto su fuerza y destino en manos de algo que no entendía ni sabía bien que era. Era pequeño y estaba cansado de sufrir, así que una de esas noches en las que creía no poder mas y que los ojos le iban a estallar de tanto llorar decidió dejar de luchar y de sentir, absorber toda la fuerza que esa presencia oscura le prometía; el sabía que la sombra que había aparecido a su lado no era algo bueno, pero era algo poderoso que le inyectaba maldad al alma y al mismo tiempo lo hacía inmune al dolor a su alrededor.
Jaime sobrevivió a los abusos de ese hogar, creció, aquellos que le hicieron daño murieron y un día se encontró siendo feliz, tenía todo lo que había sonado, una familia que lo quería, independencia, dinero. En ese momento se dio cuenta que no necesitaba más la fuerza oscura que lo había ayudado a sobrevivir en sus años de inocencia, se sentía ligero, amado y sin rencores.
Recordó que su madre le hablaba de Dios cuando era pequeño, pero el nunca había tenido espacio para un Dios amable y compasivo en su mundo, pero ahora lo tenia, asi decidió ir a la iglesia a encontrarse con ese Dios de su madre y comenzar a conocerse, quién era él después de tantos años y debajo de todos los disfraces que había tenido que construir para lograr su felicidad?
Entró a la iglesia y estaba casi vacía, un par de personas haciendo penitencia y otras encendiendo veladoras, intentó rezar pero cada vez que iniciaba no podía terminar la oración, era como si su mente hubiera borrado la mitad de todos los salmos aprendidos en su niñez, cerró los ojos para tratar de recordarlos y en la obscuridad vio como la sombra volvía a su lado, ahora amenazante.
Abrió los ojos asustado y se dio cuenta que estaba solo, el dia se había acabado y lo único que alumbraba el interior de la iglesia era la luz tenue y temblante de las veladoras. Nunca había sentido tanto miedo en su vida, era como si en un abrir y cerrar de ojos hubieran pasado muchas horas y ahora se encontraba sumergido en una noche fría dentro de una iglesia extraña, empezó a sentir escalofríos y volvió a intentar rezar, imploraba a ese Dios bueno que tuviera compasión y lo cuidara de lo que estuviera pasando, pero ese Dios no respondía, ese Dios no estaba en la iglesia ni en el corazón de Jaime.
Intentó pararse pero no podía moverse, la sombra a su lado comenzó a hacerse cada vez más nítida y real, sintió una mano en su hombro y un susurro helado en su oreja: tu eres mio y de nadie mas, pediste por fortaleza y yo te la di, recuerdas?
Entonces Jaime, comenzó a recordar algo que hacía mucho tiempo había olvidado. Tenía apenas 12 años, su papa lo odiaba porque creía que no era hijo suyo y su mama se habia arrojado frente a un autobús sin dejar explicación alguna. Desde entonces todos los viernes por la noche su papá le ordenaba bañarse e irse a la cama temprano, horas más tarde llegaban los amigos con cervezas y música para pasar un buen rato; pero cada viernes sin falta el pequeño Jaime se convierte en parte de la diversión de esos hombres, abrían la puerta de su cuarto y rudamente abusaban de él, a su padre no le importaba mientras sus amigos estuvieran contentos, lo visitaran y le dejaran algo dinero como pago por “las molestias”.
Jaime recordó todo eso que había logrado borrar de su memoria y también pudo recordar claramente la noche que todo cambió, la noche que imploro por ayuda y fuerza para alejarse de todo los que le hacían daño; esa noche abrieron la puerta de su cuarto como todos los viernes pero Jaime no estaba solo, había algo con él; el hombre que entró a la habitación gritó al ver la sombra a lado del niño y cayó muerto de inmediato, su padre subió con su escopeta en mano a ver que sucedía y cuando entro al cuarto, vio los ojos de la sombra que abrazaba a su hijo, cayó de rodillas al piso, se puso la escopeta bajo la barbilla y disparo.
Jaime pudo ver claramente como el disparo destruyó la mitad de la cabeza de su papá, el olor a sangre llenó la habitación pero él ya no tenía miedo de nada. Se bajó de la cama de la mano de esa sombra poderosa y con los pies descalzos salió de su habitación pisando los restos de la cara de su padre esparcidos por el piso. A partir de ahí toda su vida mejoró, creció y siempre había sentido esa sombra a su lado pero nunca fue consciente de lo que realmente significaba. La sombra era poderosa, había escuchado sus plegarias y había decidido cuidarlo como a un hijo, pero había un precio, la sombra era celosa y no podía permitir que Jaime la traicionara tratando de acercarse a Dios.
Jaime lo entendió, abrió los ojos y lanzó la biblia lo más lejos que pudo, se paró y salió de la iglesia para no volver nunca más.